martes, 15 de marzo de 2011

EL ESCRITOR, EL PRESIDENTE Y LAS VALENTÍAS

Hace unos días vi en las calles de San Telmo, una serie de esténciles como este, que comparaban a Néstor Kirchner con San Martín, Eva Perón, el Che, Jauretche, el Padre Mugica y Rodolfo Walsh, partiendo del presupuesto de que compartía, con cada uno, una cualidad. A saber, y en orden: patriotismo, lealtad, apasionamiento, sabiduría, solidaridad y valentía.
¿En serio?, pensé.
Y escribí este artículo -El escritor, el presidente y las valentías- para la página Sigue Leyendo, que calculo irá a enojar a algunos amigos. También se puede leer a continuación.
Pasen y vean.
Salud!

EL ESCRITOR, EL PRESIDENTE Y LAS VALENTÍAS


“Éramos contreras, no gorilas. Los gorilas despreciaban al pueblo, los contreras criticaban al peronismo sin ningunear a sus bases.” (D. Viñas)


Escribo estas líneas pensando en la página Sigueleyendo, de España. Así que hay algunas cosas que es necesario explicar, por ejemplo, a qué llamamos kirchnerismo.

El kirchnerismo es la facción del peronismo que gobierna Argentina desde 2003, primero en la persona de Néstor Kirchner y desde 2007 en la de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner; quienes, después de haber apoyado de manera entusiasta durante siete años al gobierno neoliberal de Carlos Menem en una de las provincias petroleras de la Argentina -acompañando las privatizaciones, e incluso depositando en un banco suizo cerca de 500 millones de dólares que le correspondieron a su provincia por regalías hidrocarburíferas- en 1998 se unieron a la corriente interna del peronismo encabezada por Eduardo Duhalde, un neo-desarrollista de derecha que llegó al poder después de la crisis de 2001. Y fue de la mano de Duhalde que Néstor Kirchner llegó a la presidencia en 2003, con sólo el 21 % de los votos.

Pero al poco tiempo de ser presidente, Kirchner renegó tanto de los 90 como de Duhalde -aunque conservó a muchos de sus funcionarios en puestos clave y gran parte de su línea- y planteó la transversalidad, un intento de superar el corrupto aparato político del peronismo -encarnados centralmente en el PJ y la CGT- como forma de montarse a la ola de descrédito y desconfianza popular que arrasaba a las viejas organizaciones políticas después de la crisis de diciembre de 2001. Poco duró el experimento. Al finalizar la primera gestión -con la institucionalidad burguesa reestablecida y un nivel de popularidad altísimo- volvió al redil del viejo aparato peronista, clientelar y mafioso.

Pese a eso -y producto centralmente de su correcta política de derechos humanos, una pelea con las patronales del campo por las retenciones a las exportaciones y con los grupos monopólicos de comunicación en torno una nueva, y más democrática, ley de medios- el kirchnerismo logró el apoyo de gran parte de la juventud y la clase media progresista y bienpensante.

En octubre del año pasado, el ex presidente Kirchner falleció. Desde entonces, el conjunto de organizaciones que componen el neo-kirchnerismo intenta, por distintos medios, armarse de una tradición distinta a la que sus líderes se construyeron en casi 30 años de vida política.

Hace unos días vi, en el centro de la ciudad, una serie de esténciles que llevaban este intento a niveles de ridículo. Y, como dijera Sarmiento, del ridículo no se vuelve.

Los esténciles asocian al difunto ex presidente con seis figuras de la historia Argentina a partir de una adjetivo supuestamente compartido: sabios (con Arturo Jauretche), apasionados (con el Che Guevara), leales (con Eva Perón), solidarios (con el Padre Mugica), patriotas (con el General san Martín) y valientes (con Rodolfo Walsh). Bastaría para rebatir esas afirmaciones una simple pregunta: ¿en serio? Pero vamos a ahondar en cada uno, apenas. Y a detenernos en el último ejemplo un poco más.


Lo primero sería preguntarse si alcanzaba la categoría de sabio, ya no a Kirchner, sino Arturo Jauretche, quien en su nacional-populismo creía que había un veneno imperialista inherente a la lengua inglesa. O si apasionado sería la definición que mejor nos serviría para el derrotero revolucionario del Che.


Pero vamos al resto:


Solidaridad. El Padre Carlos Mugica, hijo de una familia terrateniente y patricia, al momento de su muerte habitaba y hacía su practica política en la Villa 31 del Barrio de Retiro, uno de los asentamientos más pobres de la Ciudad de Buenos Aires. Murió asesinado por la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina. Al momento de su muerte, por problemas de salud, Néstor Kirchner contaba con activos por más de 12 millones de dólares, había aumentado su patrimonio desde 2003 en un 572 %.


Lealtad. Eva Perón acompañó hasta el último día de su vida el gobierno de su esposo, el general Juan Perón. Kirchner compartió boleta electoral 7 veces y, como fue dicho, acompañó varios años las políticas neoliberales de Menem –amén de decir que fue el mejor presidente desde Perón- antes de descubrir que había sido el principal artífice político de lo que llamó el infierno de los 90. Después fue el delfín de Eduardo Duhalde, antes de que éste se transformara a sus ojos en un mafioso.


Patriotismo. El General San Martín es uno de los principales próceres de la historia argentina y latinoamericana, libertador de Argentina como de Chile y Perú. Kirchner, por su parte, acompañó la privatización de los hidrocarburos y, como forma de ganar independencia con respecto al FMI, les pagó hasta el último centavo de una deuda que el mismo Kirchner calificaba de fraudulenta.


Y llegamos a dónde queríamos llegar.


Valentía. Y Rodolfo Walsh.


Los kirchneristas señalan como un acto de valentía el momento en el que, ya siendo Presidente de la Nación, Kirchner hizo descolgar los retratos de los genocidas de la dictadura que gobernó el país entre 1976 y 1983, del Colegio Militar. Esto sucedió en el 2004. Kirchner tenía 54 años. ¿Qué estaba haciendo Walsh a los 54 años? Nada, porque llevaba 4 años muerto. En marzo de 1977, a sus 50, lo había asesinado un Grupo de Tareas (GT) de la dictadura al llegar a una cita que presumía podía estar cantada pero a la que había decidido ir igual, porque había una compañera con dos hijos a la que no podía dejar sin respaldo. Cuando el GT lo atacó con ametralladoras, Walsh se defendió con un revolver calibre 22. Un rato antes de esto alcanzó a distribuir la Carta Abierta a la Junta Militar, uno de los textos más importantes de la historia literaria -y política- argentina.


Ojo, la dictadura también tuvo en 1977 lo suyo con Kirchner, que hacía un año que había dejado la política para dedicarse a su actividad profesional (en el mismo momento en que Walsh armaba la agencia clandestina de información ANCLA): lo detuvieron durante dos días junto al diputado Rafael Flores. Lo interrogó un viejo amigo de su familia, el coronel Alberto Calloni, que tratándolo de doctor le preguntó si había visto banderas de Montoneros en Plaza de Mayo. Kirchner, por supuesto, respondió que sí. Tenía 27 años. Dos menos que Walsh cuando escribió ese libro incendiario que fue Operación Masacre, denunciando desde el llano a un gobierno militar en funciones por los fusilamientos de obreros peronistas realizados un año antes. Y tenía 32 cuando viajó a Cuba, donde participó en Prensa Latina y rompió un mensaje cifrado de la CIA, lo que permitió prever y rechazar el ataque norteamericano a Playa Girón. ¿Qué hacía Néstor Kirchner a los 32 años de su edad? Aparecía en la tapa de un diario de Río Gallegos (Amplio apoyo de las fuerzas vivas a las Fuerzas Armadas, titulaba el diario) junto al comandante de la XI Brigada de Infantería Mecánica del Ejército y se enriquecía haciendo negocios inmobiliarios.

Valientes.

Según la vigésima primera edición del Diccionario de la Real Academia Española, valiente quiere decir esforzado, animoso y de valor.

Como Rodolfo Walsh. O Néstor Kirchner, ¿no?

Curioso.


Buenos Aires, marzo de 2011


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